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La otra Camy

Sí, es cierto, Rita, yo también recibo regalos

Sí, es cierto, Rita, yo también recibo regalos

Reconozco que no soy una persona materialista pero hoy me ha resultado un día muy gratificante en relación con algunas cosas materiales. No sé si la política tenga o no que ver como circunstancia, pero de no ser persona relacionada con ella, probablemente no estuviera escribiendo este artículo.

 

El otro día leía en un foro de opinión en que se discutían las afirmaciones de la alcaldesa de Valencia sobre si era o no verdad que los políticos reciben regalos y si se podía o no considerar corrupción. Leí las opiniones de varios participantes y había desde luego para todos los gustos.

 

Y sí. Declaro que hoy he recibido varios regalos y todos tienen relación conmigo como persona política, pero de ahí a ser considerado corrupción va un largo trecho…

 

En principio llegó para mí una carta del mejor profesor que haya tenido, el que más admiro, don Andrés Sánchez Robayna, con quien tuve que contactar recientemente para formar la comisión que evaluó la figura de nuestro nuevo Cronista Oficial. La carta contenía una sencilla separata de sus poemas con una dedicatoria escrita a mano para mí, que me dejó totalmente estupefacta; de hecho todavía estoy flotando del impacto. Tan sólo el gesto proveniente de una persona por mí tan admirada me produce una sensación especial (y a lo mejor se llama “corrupción”, no sé).

 

No acababa de salir del impacto cuando me llega una amiga y me regala un Margaret Astor auténtico de color fucsia, mi color favorito (tengo decenas de barras de labios y sólo uno es de la calidad de M.A.), y me cuenta que la razón es que simplemente se siente agradecida de que cada vez que viene a mí en busca de consejos encuentra una puerta abierta o un hombro donde llorar y en estos tiempos no son cosas fáciles de encontrar, supongo (me pregunto si a mis amigas les ha dado ahora por corromperme).

 

Más tarde llega mi querido Erik, cuya sola presencia ya es un regalo, pero que no venía solo, no, que me traía un CD con canciones de Chavela Vargas a quien últimamente le tengo cierta veneración (¿Será corrupción escuchar la voz cascada de tanto beber tequila de esta lesbiana legendaria? A lo mejor es hasta pecado y todo).

 

Al mismo tiempo mi querida Rubi, que venía desde La Orotava cargada con sus abrazotes y su alegría a enseñarme que obtuvo el Postgrado por la Universidad de Valencia y a llenar mi espacio, que hace las veces de despacho y punto de llegada de todo y de todos, y por eso físicamente estrecho, pero procuro completarlo hasta los topes de gente de la buena…

 

Y si a eso unimos que cuando llego a casa todo es armonía y encima encuentro que una vieja compañera de carrera de la que no sé hace décadas me ha agregado al Facebook nada más estrenarlo –primero a Cristina Valido y luego a mí, muy justa elección en el orden- y que sigue estando guapísima y estupenda… Pues va a ser que la dichosa alcaldesa de Valencia tiene razón entonces.

 

Pero todos esos… ejem… “regalos” tienen de especial una cosa. Las personas que me los hicieron, por quienes tengo especial devoción, no pensaron en su propio beneficio, sino en mí. Y el regalo en sí es lo que menos importa a alguien que no es materialista como yo. Es el gesto lo que me llena de emoción. Juzguen entonces si recibir regalos como éstos es corrupción, y si así fuera, que me lleven presa ahora mismo. ¿O es que acaso la alcaldesa de Valencia se referían a bolsas de basura llenas de dinero a cambio de licencias y recalificaciones urbanísticas o de puestitos y enchufes? Pues entonces están apañaos. Me parece que una palabra tan hermosa como “regalo” se ha pervertido hasta el extremo por absorber definiciones tan negativas y habrá que revisar esos diccionarios.

 

Pues nada, gracias a todos por hacerme la corrupta más feliz del mundo. Gracias a Dios también por hacer que el día de hoy sea para mí un verdadero regalo.

2 comentarios

Camy -

Pareces no haber entendido el mensaje de fondo que buscaba con este artículo. Es una burla hacia todos aquellos que ven al fantasma de la corrupción en cualquier cosa que haga un político. Que se miren su propia conciencia a ver quién si es que ver fantasmas los hace sentirse bien y nos dejen trabajar que algunos lo hacemos honradamente y sin mirar lo que ponemos en la balanza a cambio de los sinsabores que recibimos por parte de quienes no tienen otra cosa que hacer que destruir reputaciones ajenas.

De todas formas, amigo Pepito Peres, siento decepcionarte pero nunca he sido una "perfect woman" como tu creías. Tengo mi parte humana como todo el mundo, disculpando las ironías.

Me gustaría conocerte para saber a quién tengo la desgracia de decepcionar esta vez, porque últimamente no doy una con mis admiradores con esta vida errabunda que llevo.

Un beso y gracias por leerme.

Pepito Peres -

No te imaginaba yo que fueras asi. La corrupcion empieza con las pequeñas cosas hasta que te ofrecen otras mas importantes y caes en ella