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La otra Camy

De la intoxicación por anonimato

De la intoxicación por anonimato

El otro día, mientras esperaba en el vestíbulo del ayuntamiento a una compañera para salir a desayunar, vi en el mostrador un único ejemplar de la revista Tangentes, puesto que se habían evaporado el montón de ellas que tan amablemente como siempre nos proporcionó la amiga Silvina Ruiz, directora de esta excelente publicación. La hojeé por encima y ojeé, también por encima, un artículo que logró captar mi atención. Seguí leyéndolo con cierto interés hasta que le eché la vista a quien firmaba el artículo. “Oooh”, me dije. En esto que llegó mi compañera, me llevé conmigo la revista para enseñársela a Ari porque consideré que era buen tema para comentarlo entre mordisco y mordisco del exquisito sándwich de carne mechada del Chinea.

 

Cuando regresé al ayuntamiento le pregunté a Jesús si todavía en Ventanilla quedaban más ejemplares de esta revista y me subió uno para la colección, así podría quedarme con éste para mí sola.

 

Un inciso: Aprovecho que nombro a Jesús para decirles que Jesús León es un máquina y tiene una página nueva, en este caso un blog, de Icod de los Vinos. Pásense y echen un vistazo a La Ciudad del Drago

 

Pues bien. Volví a releer el artículo y pensé copiarlo íntegramente y republicarlo en cuanto tuviera un rato. Y heme aquí con un rato, dando cabeceaduras por haberme acostado casi a las 6 de la mañana después de una Fiesta de las Tradiciones que dicen que dice el boca a boca popular que estuvo tan pésimo como nunca desde su primera edición en el año 1997, pero yo no creo que sea para tanto, y si así fuera, pues otro día intentaremos entre todos que sea mejor. Yo particularmente, es que fui a divertirme y me divertí. Soy incapaz de comparar la diversión de un año con la de los años anteriores porque el aparato de medir diversiones todavía no me lo he comprado, y creo que no me lo compraría aunque lo bajasen de precio.

 

Pensando en copiar letra por letra y palabra por palabra el susodicho artículo, se me hizo pesado el tema y pensé: “El señor García no habrá desaprovechado tan excelente escrito. Seguro que está en internet”. Tecleo en el Google el nombre del señor y el título del artículo: “salvador garcia llanos anonimato y mensajes”. Y “ooooh”, me cae una sorpresa inimaginable pero, por otra parte, lógica, puesto que el señor García Llanos, delegado del gobierno en Canarias y ex alcalde del Puerto de la Cruz, me enteré hace poco de que se dedicaba al periodismo, y por aquello de que “todo dios tiene un blog”, el señor García no iba a ser menos. Y en su blog (García en blog) este pasado lunes colgó el artículo que aparecía en Tangentes. A continuación reproduzco íntegro el artículo de don Salvador García Llanos titulado “Anonimato y mensajes”:

 

"ANONIMATO Y MENSAJES

Los hay de todo tipo. En foros de diarios digitales, en programas televisivos. En la inmensa mayoría de los casos, anónimos y nombres supuestos o falsos. También seudónimos. La empresa propietaria o editora lo explicita: no se hace responsable de las opiniones, de los contenidos que aparecen.


Y claro, así las cosas, desde el anonimato es fácil insultar, vejar, injuriar y calumniar. Porque hay una sensación de impunidad absoluta. ¿Quién se va a preocupar de identificar? ¿Quién se mete en pleitos judiciales? ¿Quién, siendo destinatario de los improperios, está dispuesto a que sus representantes legales se pierdan en procedimientos que, entre otras cosas, van a contar con una dificultad inicial muy importante como es la casi segura imposibilidad de disponer de los elementos de prueba?

En algunas emisoras locales de televisión, el asunto desborda todos los límites imaginables. Es facilísimo atribuir un hecho a alguien que no lo realizó. Es moneda corriente calificar como delincuente, con nombre y apellidos, a quien ni siquiera está denunciado. Y claro, si los propietarios de la emisora o algunos telepredicadores a sus órdenes, recibiendo instrucciones, fomentan con un lenguaje tabernario a los espectadores y les incitan, pues el resultado es el que fácilmente se imaginan. Encima, muy prestos y diligentes, invocarán la libertad de expresión.

Hay que regular, dirá el lector, y en esas se está, aunque no será fácil. Por los vacíos legales y por la inmensidad del universo mediático y cibernético. Al tratar la evolución de la comunicación en nuestro modelo constitucional en ocasión del 30 aniversario de la Cartamagna, ya advertimos que Internet cuenta con una capacidad incontrolada de difusión que lo convierte en una herramienta potentísima a la hora de difundir tanto las noticias como los bulos, las adulaciones, los infundios y las injurias. O sea, una auténtica perversión. Y como los daños de opinión nunca pueden ser reparados pues… más difícil todavía.

En lo que concierne a los comentarios o frases de los lectores y telespectadores, la cantidad de mentiras, acusaciones e injurias que se vierte es inversamente proporcional a cualquier acción legal que no suponga, como quedó dicho, un camino muy tortuoso pues los autores no tienen la necesidad de identificarse y el medio no se hace responsable.La lucha contra el anonimato es uno de los valores en el ejercicio del buen periodismo. Ninguna opinión debe ser admitida en una redacción o en un programa cara al público si no se sabe quién la ha enviado, al igual que las cartas al director, a las que incluso se les corrige las faltas de ortografía.

Por eso, cabe reafirmarse: el periodismo, como cualquier otra profesión, lleva aparejado unas obligaciones éticas. Periodismo es verificación, contraste de fuentes, capacidad de relacionar los antecedentes con las consecuencias, dar oportunidad de defenderse… Hay que hacer todos los esfuerzos posibles por recuperar esos valores.Lo demás es zaherir, bazofia, abuso, materia deleznable. Así que si usted se ve afectado por uno de esos mensajes anónimos, déjelo, no haga caso, salvo que sea una cuestión de honor y ahí sí es verdad que se respeta la iniciativa. Pero siga el consejo: ni lo comente con sus íntimos. Que se evapore. Que pase al territorio del olvido. Y que con su pan se lo coman los desalmados.

(Publicado en el número 11, abril, de la revista TANGENTES)"

 

Hasta ahí el artículo del señor García Llanos. No voy a valorar el artículo por más que en un momento me apeteció decirle “Está bueno éste. Di a los tuyos que se dejen de mensajitos”, pues es clara y notoria la cruzada contra los nuestros y que ha sido corroborada en un estudio de televisión por un compañero que presencia cómo los sms con insultos hacia mi partido vienen únicamente desde dos o tres números de móvil diferentes que envían durante todo un programa un bombardeo de mensajes todos insultantes. También hay quienes se quejan de que sus mensajes no salen en antena o no se publican porque molestan a los dueños del medio o a quienes les pagan.

 

¿Nunca se han preguntado por qué solamente se insulta a unos y a otros no? ¿Somos nosotros acaso más tontos por no ponernos a la altura de ellos enviándoles mensajes de contraataque?

 

Creo que, independientemente de las ideas políticas de don Salvador, tengo que reconocer que su consejo resulta increíblemente útil. Encima que un medio (y todos sabemos de qué “medios” hablo) permite que se insulte a la gente cayendo en la peor de las bajezas, como es la complicidad en destruir impunemente el honor de las personas, no le vamos permitir tontamente que se enriquezca -porque a euro el mensaje, 30 mensajes son 30 euros-, a costa de nuestras ganas de despotricar o de nuestra impotencia o cobardía por no poder decir las cosas a la cara. Los habituados a mandar mensajitos dirán “sí, pero yo me quedo más a gusto diciéndole cuatro cosas”. Y yo pregunto: ¿y no se quedaría usted más a gusto si las dijese a la cara, de frente, o es tan cobarde como para no permitirse ese gustazo? ¿Por qué permite usted que se aprovechen de su ingenuidad o no es consciente de que alguien cobra para que usted dé rienda suelta a sus ganas de mandar mensajitos insultantes?

 

Definitivamente sale más barato decir las cosas a la cara y los efectos de la catarsis que produce son más duraderos y más exquisitos sus recuerdos. ¿O no?

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