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La otra Camy

¿Gallinas negras muertas a la puerta de mi casa? No, qué va, pero...: Camy en el país de los anónimos

¿Gallinas negras muertas a la puerta de mi casa? No, qué va, pero...: Camy en el país de los anónimos

Era lunes por la mañana. Apenas las nueve. Recién me estaba levantando para ir a desayunar al buffet cuando comprobé que alguien había averiguado más cosas sobre mi vida. Y es algo que me empieza a preocupar, que simplemente por ser un cargo público, tenga que ser el blanco de la mala leche y la envidia (¿?) de gente ruin que, contra los principios de la democracia, piensa que todos sus males se deben a que gobierna un partido que probablemente no es el suyo. Doy por hecho que son razones políticas porque mi vida personal es de lo más normal y no suelo hacer enemigos con facilidad. Por esas razones, en cuestión de tres semanas mi pobre coche recibió tres rayones en ambas puertas estando aparcado por fuera de mi propia casa. Anteriormente me lo rayaron en el mismo sitio sólo 48 horas después de sacarlo recién pintado del taller. Para consolarme, algunos policías a quienes les he comentado el extraño caso me han dicho que eso es normal cuando tienes un cargo así, que a ellos también les pasa, que la gente coge rabia sin más y les raya vehículos particulares sólo por hacer su trabajo, porque bien mirado alguien tendrá que hacer el trabajo sucio de poner multas y esas cosas, porque de lo contrario esto puede acabar como Jauja. ¿O es que alguien cree que a un policía le gusta poner multas para fastidiar a la gente, porque sí? ¿O que un político tiene ganas de ser blanco de envidias o su coche chivo expiatorio de las rabietas de la gente?

 

 Es raro, seguramente, que un cargo público, con la “influencia” que se le supone a tal, tenga miedo, o no sé cómo se puede llamar a esta inquietud de que las cosas puedan ir a más si no hago algo por detenerlas. Porque parece que las cosas terribles y de calado suceden sólo en el País Vasco, pero no en un pueblo perdido en el norte de una isla en el medio del Océano Atlántico. Sólo en el País Vasco, donde los cargos públicos salen a la calle acompañados de escoltas con gafas de sol oscuras, pinganillo camuflado en la oreja y una 9mm parabellum oculta bajo la americana negra, pero no en Icod, donde nunca suceden cosas más allá de manifestaciones de varios miles de trabajadores que se quedan sin trabajo porque las empresas que los empleaban están precintadas por el juzgado por delitos medioambientales, que no por falta de licencia.

 

Las nueve de la mañana del lunes en Breña Baja. Las niñas revoloteando por el apartamento a la caza y captura de la camiseta de asillas y el pantalón corto que a regañadientes cubra sus cuerpecitos de un sol ya inclemente a esa hora tan temprana, cuando me suena el móvil no sé por cuál de las dos líneas que alberga la tarjeta dual, si la privada o la corporativa. Es una voz de mujer, tal vez fingida (porque imposible que una mujer con la mente sana hable con una voz tan guanaja, como de demente o de borracha), que dice con acento canario: “¿Ya te cagaste por las patas pa abajo, puta?”. Tan canario, tan nuestro, que sólo me resta añadir con asombro lo de “¡Ños, qué precio!”.

 

No reconozco a la propietaria de esa ridícula voz, aunque es la misma que la semana anterior, también lunes a primera hora, me llamó a mi despacho y me dijo: “¿Ya te levantastes, puta?”, por lo que anduve preguntándole al electricista del ayuntamiento las razones para que una llamada no reflejara en la pantalla el número sino la palabra “exterior” y éste me comentó que es normal, que puede ser un número ocultado aposta. Que no le dé mayor importancia.

 

Como para no dársela… Cuando las cosas se convierten en costumbre, no puedo por menos que inquietarme. Una vez puede ser casualidad: alguien sin fundamento puede tener ganas de jugar a gastar bromas un lunes a primera hora, pero cuando ya averiguan mi número de móvil y tienen la calma de reincidir a la semana siguiente es para preocuparse seriamente.

 

Lo que me llama de veras la atención de esta interlocutora imprudente es la forma chapucera y poco inteligente de hacer las cosas. Y no sin cierta razón y no por ofender, dije lo de “guanaja”, “demente” o “borracha”, porque díganme a ver… ¿a quién se le ocurre hacerme una llamada anónima desde un teléfono fijo, de Icod para más señas, a mi móvil, cuando si hay chivatos eficaces hoy en día, ésos son los móviles precisamente? ¿Es que alguien todavía no se ha enterado de la eficacia de un móvil?

 

Pues sí. El susodicho número para mi sorpresa quedó grabado en la pantalla de mi móvil y me temo que no tardaré en descubrir quién se ha ensañado conmigo sin más motivo que el simple hecho de ser cargo público, quién me llama para insultarme cada lunes a primera hora y quién me raya el coche injustamente. Y no sé por qué tengo la sensación de que está más cerca de lo que imagino: porque en el país de los anónimos somos pocos y todos nos conocemos...

 

2 comentarios

Camy -

Y la de cosas que me callo y que algún día contaré.
Gracias por seguir ahí, Javier. Un beso para ti y para todos los que me leen incondicionalmente. Es la única razón de ser de este blog.

Javier -

Desde luego Camy es muy injusto lo que te sucede, mi solidaridad y apoyo para seguir adelante.

Un saludo.