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La otra Camy

aquí otra vez

El amor ni se crea ni se destruye. Simplemente se transforma.

El amor ni se crea ni se destruye. Simplemente se transforma.

Es cierto que hace ya un buen par de meses que no actualizaba esta página, pero también en una ocasión un alumno de periodismo me dijo citando a una de sus profesoras que "cuando no ai nada ke escribir, lo mejor es no escribir nada". Siempre he sido rebelde pero nunca suficientemente radical como para seguir estas consignas al pie de la letra, porque reconozco que escribir es un placer infinito, casi orgásmico.

 

Buscando una excusa para no haberme entregado a este placer, y aun a la lujuria de escribir porque sí como siempre hago, me encuentro echando cuentas de todo lo sucedido en estos meses. Es cierto que he estado muy muy triste con los avatares desgraciados de mi vida personal, intentando arreglar lo inarreglable, escribiéndolo a trozos para conjurarlo y para no olvidarlo ni repetirlo jamás. También he tenido un par de accidentes con el coche, aparte de todos los rayones antes mencionados, que me han reafirmado en el título de conductora nefasta por el que se me conoce en el círculo de allegados; me he llevado un par de palos con la salud de la niña de mis ojos (niña de estatura y con un ojito vago); Lo que me he ido encontrando en la política local da para novelas de varios volúmenes y no hace falta ser ninguna lumbrera para escribirlas: a poco que escribas sin muchas faltas de ortografía, cualquiera puede hacerse con un best seller. Lo escribiré algún día si esta dulce amnesia no me gana la partida. ¿Acaso no está vendiendo libros como rosquillas la Esperanza Aguirre esa?

 

Pero no todo el chocolate es amargo, afortunadamente. También he hecho cosas muy gratas en mis ratos libres que no son muchos, como la edición de las coplas de los padres de Merce, que pronto verán la luz, espero; las actividades que se organizaron del APA este año gustaron a grandes y chicos y parece que empezamos a resurgir por fin; la puesta en escena de nuestra obra de títeres “Farsa y justicia del corregidor” en Icod y en el Teatro La Granja de Santa Cruz (una pena que no se haya sabido publicitar y nuestro esfuerzo fuera en balde. Me conformaré con la carta de recomendación que recibí como diploma y las caritas de emoción de mis niñas y la satisfacción de haber compartido este tiempo con mis compañeros de reparto), la corrección de parte de la tesis de mi querida y añorada Rubi (Pitu, cómo te echo de menos, preciosa), que espero sinceramente que llegue a buen puerto; Comencé y guardé por ahí un esbozo de estudio lingüístico de los fitotopónimos en Icod, escrito bajo sospecha de deslealtad conyugal, y sobre todo he invertido mucho tiempo en revivir y restaurar una amistad que creí destruida por los avatares desgraciados de mi vida personal y que es lo que más me ha costado en todo este tiempo, pues en ocasiones es preferible derrumbar un edificio y construirlo nuevo que remendar uno antiguo. Pero por suerte estamos en la era del gusto por la recuperación de las cosas antiguas y, por ejemplo, lejos de querer heredar riquezas de mis antepasados, ahí en el pasillo descansa la famosa maleta que mi abuelo llevó a la guerra y el cuadro de la virgen del Carmen que tenía mi abuela en su dormitorio, esperando que una mano paciente y cariñosa les devuelva el lejano brillo que alguna vez tuvieron para ocupar algún rincón de mis futuros planes y lo haré en cuanto halle un ratito. Con eso me conformo.

 

Dice un proverbio anónimo que cuentes tu vida por las sonrisas, no por las lágrimas y que cuentes tu edad por tus amigos y no por tus años. Debería haberle hecho caso, porque todas éstas son cosas y cosas que podrían ser objeto de ríos de tinta si quisiera convertirlos en tales, pero he estado muy ocupada compadeciéndome -que es lo peor que puede hacerse cuando se está herida-, que no he reparado en que alguien pudiera querer seguir leyendo mis escritos por malos que sean. Ese anónimo que leí ayer en un cierto periódico digital que consigue no sé cómo combinar noticias serias con la pura carroña cotidiana, probablemente ilegal, y que decía que soy una “periodista o escritora frustrada” no va a ser un atentado contra mi autoestima, que bastante que me ha costado agenciármela. Ya lo dije una vez y lo repito: Hay miles de sitios en internet. Al que no le guste venir a leer el mío que busque otro, mejor o peor. Hay libertad para ello. En serio.

 

Ni soy periodista ni lo pretendo, ni soy escritora ni lo pretendo… por lo tanto de ninguna de las dos cosas puedo estar frustrada. Cuando elegí mi profesión fue como un flechazo con un nuevo amor tras unos años de matrimonio sin sentido. Ahora estoy plenamente enamorada de ella y sólo sueño con el momento de reencontrarme plenamente y seguir viviendo en luna de miel para siempre. Y no cambio este gran amor por ninguno.

 

Aunque… no siendo periodista ni escritora, el otro día revisando mi disco duro, que es como una bomba de relojería, encontré estas líneas que un día esgrimí en un documento en blanco y que, releyendo al azar, me resultaron curiosas. Algún día las usaré para escribir algo más amplio y superar así esa supuesta frustración. Les dejo con ellas:

 

 

Son las cinco de la mañana y me levanto a oscuras sintiendo que me quema la vejiga. Necesito urgentemente ir al váter. En la oscuridad mis pies descalzos tropiezan con un objeto atravesado en el pasillo. Maldigo en voz alta y a tientas busco el interruptor de la luz. No podía ser otra cosa que uno de sus enormes zapatos de plataforma. Hay lentejuelas y restos de purpurina desparramados por todo el suelo, ¡maldito cabrón! ¡Hijoputa el niñato este! Con lo que me costó limpiar el piso… Miguel, maricón de mierda, ¿dónde te metes?, grito, mientras camino el largo pasillo en cuyo extremo está el retrete. Tirada en la entrada, su capa de raso verde. Le doy una patada y la retiro de mi camino para no volver a tropezarme. Miguel, ¿qué te pasa? Allí, de rodillas, con la cabeza literalmente empotrada en el váter, está Miguel, mi compañero, mi amor, mi niño amado, con sus pelos de pincho engominados y teñidos de fucsia y purpurina tornasolada, con el torso medio desnudo, cubierto por una suerte de collar de plumas verdes y rosadas. Su espalda está muy maltratada de cardenales y magulladuras con restos de sangre seca. Sus hermosas nalgas rasuradas, todavía con las tangas rojas, están amoratadas aquí y allá. Miguel, ¿Qué te pasa, Miguel? Hago por alzarle la cabeza para contemplar su rostro, pero como está vomitando, espero unos minutos. Él mismo decide mirarme, lentamente. Debajo de toda esa mano de pintura de fantasía descubro su ojo derecho, hinchado, con el blanco sanguinolento. Su nariz sangra y probablemente esté rota. Se nota sin hacer grandes esfuerzos que ha estado llorando por los evidentes caminos de pintura que discurren mejilla abajo haciendo un fanguizal de toda su siempre angelical superficie. ¿Qué te ha pasado, Miguel? Me quedo allí de pie, mirándolo boquiabierto… un hilo acuoso que no puedo evitar cae desde mis calzoncillos. Me estoy meando sin remedio. Te estás meando, atina a decirme sin dejar de sollozar. Mi angelote hermoso, ¿Qué te hicieron? ¿Quién fue el hijoputa que te hizo esto?

 

Durante los últimos años de la secundaria me enamoré (sí, esa es la palabra correcta) de aquel hermoso compañero de clase: Miguel, un cachas buenorro, con sus ojos almendrados color miel, su perfil de Adonis griego, sus labios carnosos, el pelo negro, largo y cuidadísimo cayéndole sobre la espalda; el cuerpo fibroso, bien definido, con sus piernas de futbolista, el trasero redondo y una más que apetecible delantera que me hacía salivar como un toro en celo. Pasaba horas contemplándolo como cordero degollado durante la clase de Educación Física, mientras el pantalón corto me regalaba la vista gentilmente con sus encantos y el polo blanco, sudado, se pegaba a su pecho alegrándome el ojillo; verlo correr tras la pelota era por entonces el mejor premio a mi sacrificada contemplación. Hasta que un día al final de un partido de fútbol decidí declararle mi amor y allí, en las duchas, mientras se perfumaba llevando un minúsculo bóxer blanco por toda indumentaria, le lancé un beso al aire y me guiñó un ojo por respuesta y fue ahí cuando decidí salir del armario y presentarme frente el mundo para devorarlo junto a Miguel y conocer con él los miles de placeres sólo para entendidos que se ocultan bajo las sábanas…

 

Una sensación grandiosa

Una sensación grandiosa

Este pasado viernes 17 de abril asistimos en el Centro Cultural de Guía de Isora a la apertura de una nueva exposición de Erik Cichosz. Allí pude coincidir con Ro, mi ex-compañera de trabajo y ex-concejala de cultura, que me contó que los que fueron mis alumnos de Español para extranjeros habían preguntado por mí en varias ocasiones. Yo también los echo de menos.

Allí estuvieron también Gloria Esther y Cely. Sobraban las presentaciones, porque era como si las conociera de mucho tiempo atrás aunque nunca las había visto en persona. Por supuesto, Carlos Silva, en cuya compañía da gusto disfrutar de la visión de un cuadro, que se atrevió a darme el gusto de un capricho, girar por unos minutos The Flying Gropper para ver el efecto que tanto me atrae. Cely, Gloria, Carlos y yo, los cuatro aparecíamos de vecinos en un panel de retratos y el hecho de ver allí un cuadro llamado "retrato de Camy Domínguez, con pañuelo rojo" es una sensación tan extrañamente grandiosa que no la puedo explicar.

Esta exposición permanecerá abierta hasta el 10 de mayo de 16 a 22 horas, así que están a tiempo de disfrutarla.

De la intoxicación por anonimato

De la intoxicación por anonimato

El otro día, mientras esperaba en el vestíbulo del ayuntamiento a una compañera para salir a desayunar, vi en el mostrador un único ejemplar de la revista Tangentes, puesto que se habían evaporado el montón de ellas que tan amablemente como siempre nos proporcionó la amiga Silvina Ruiz, directora de esta excelente publicación. La hojeé por encima y ojeé, también por encima, un artículo que logró captar mi atención. Seguí leyéndolo con cierto interés hasta que le eché la vista a quien firmaba el artículo. “Oooh”, me dije. En esto que llegó mi compañera, me llevé conmigo la revista para enseñársela a Ari porque consideré que era buen tema para comentarlo entre mordisco y mordisco del exquisito sándwich de carne mechada del Chinea.

 

Cuando regresé al ayuntamiento le pregunté a Jesús si todavía en Ventanilla quedaban más ejemplares de esta revista y me subió uno para la colección, así podría quedarme con éste para mí sola.

 

Un inciso: Aprovecho que nombro a Jesús para decirles que Jesús León es un máquina y tiene una página nueva, en este caso un blog, de Icod de los Vinos. Pásense y echen un vistazo a La Ciudad del Drago

 

Pues bien. Volví a releer el artículo y pensé copiarlo íntegramente y republicarlo en cuanto tuviera un rato. Y heme aquí con un rato, dando cabeceaduras por haberme acostado casi a las 6 de la mañana después de una Fiesta de las Tradiciones que dicen que dice el boca a boca popular que estuvo tan pésimo como nunca desde su primera edición en el año 1997, pero yo no creo que sea para tanto, y si así fuera, pues otro día intentaremos entre todos que sea mejor. Yo particularmente, es que fui a divertirme y me divertí. Soy incapaz de comparar la diversión de un año con la de los años anteriores porque el aparato de medir diversiones todavía no me lo he comprado, y creo que no me lo compraría aunque lo bajasen de precio.

 

Pensando en copiar letra por letra y palabra por palabra el susodicho artículo, se me hizo pesado el tema y pensé: “El señor García no habrá desaprovechado tan excelente escrito. Seguro que está en internet”. Tecleo en el Google el nombre del señor y el título del artículo: “salvador garcia llanos anonimato y mensajes”. Y “ooooh”, me cae una sorpresa inimaginable pero, por otra parte, lógica, puesto que el señor García Llanos, delegado del gobierno en Canarias y ex alcalde del Puerto de la Cruz, me enteré hace poco de que se dedicaba al periodismo, y por aquello de que “todo dios tiene un blog”, el señor García no iba a ser menos. Y en su blog (García en blog) este pasado lunes colgó el artículo que aparecía en Tangentes. A continuación reproduzco íntegro el artículo de don Salvador García Llanos titulado “Anonimato y mensajes”:

 

"ANONIMATO Y MENSAJES

Los hay de todo tipo. En foros de diarios digitales, en programas televisivos. En la inmensa mayoría de los casos, anónimos y nombres supuestos o falsos. También seudónimos. La empresa propietaria o editora lo explicita: no se hace responsable de las opiniones, de los contenidos que aparecen.


Y claro, así las cosas, desde el anonimato es fácil insultar, vejar, injuriar y calumniar. Porque hay una sensación de impunidad absoluta. ¿Quién se va a preocupar de identificar? ¿Quién se mete en pleitos judiciales? ¿Quién, siendo destinatario de los improperios, está dispuesto a que sus representantes legales se pierdan en procedimientos que, entre otras cosas, van a contar con una dificultad inicial muy importante como es la casi segura imposibilidad de disponer de los elementos de prueba?

En algunas emisoras locales de televisión, el asunto desborda todos los límites imaginables. Es facilísimo atribuir un hecho a alguien que no lo realizó. Es moneda corriente calificar como delincuente, con nombre y apellidos, a quien ni siquiera está denunciado. Y claro, si los propietarios de la emisora o algunos telepredicadores a sus órdenes, recibiendo instrucciones, fomentan con un lenguaje tabernario a los espectadores y les incitan, pues el resultado es el que fácilmente se imaginan. Encima, muy prestos y diligentes, invocarán la libertad de expresión.

Hay que regular, dirá el lector, y en esas se está, aunque no será fácil. Por los vacíos legales y por la inmensidad del universo mediático y cibernético. Al tratar la evolución de la comunicación en nuestro modelo constitucional en ocasión del 30 aniversario de la Cartamagna, ya advertimos que Internet cuenta con una capacidad incontrolada de difusión que lo convierte en una herramienta potentísima a la hora de difundir tanto las noticias como los bulos, las adulaciones, los infundios y las injurias. O sea, una auténtica perversión. Y como los daños de opinión nunca pueden ser reparados pues… más difícil todavía.

En lo que concierne a los comentarios o frases de los lectores y telespectadores, la cantidad de mentiras, acusaciones e injurias que se vierte es inversamente proporcional a cualquier acción legal que no suponga, como quedó dicho, un camino muy tortuoso pues los autores no tienen la necesidad de identificarse y el medio no se hace responsable.La lucha contra el anonimato es uno de los valores en el ejercicio del buen periodismo. Ninguna opinión debe ser admitida en una redacción o en un programa cara al público si no se sabe quién la ha enviado, al igual que las cartas al director, a las que incluso se les corrige las faltas de ortografía.

Por eso, cabe reafirmarse: el periodismo, como cualquier otra profesión, lleva aparejado unas obligaciones éticas. Periodismo es verificación, contraste de fuentes, capacidad de relacionar los antecedentes con las consecuencias, dar oportunidad de defenderse… Hay que hacer todos los esfuerzos posibles por recuperar esos valores.Lo demás es zaherir, bazofia, abuso, materia deleznable. Así que si usted se ve afectado por uno de esos mensajes anónimos, déjelo, no haga caso, salvo que sea una cuestión de honor y ahí sí es verdad que se respeta la iniciativa. Pero siga el consejo: ni lo comente con sus íntimos. Que se evapore. Que pase al territorio del olvido. Y que con su pan se lo coman los desalmados.

(Publicado en el número 11, abril, de la revista TANGENTES)"

 

Hasta ahí el artículo del señor García Llanos. No voy a valorar el artículo por más que en un momento me apeteció decirle “Está bueno éste. Di a los tuyos que se dejen de mensajitos”, pues es clara y notoria la cruzada contra los nuestros y que ha sido corroborada en un estudio de televisión por un compañero que presencia cómo los sms con insultos hacia mi partido vienen únicamente desde dos o tres números de móvil diferentes que envían durante todo un programa un bombardeo de mensajes todos insultantes. También hay quienes se quejan de que sus mensajes no salen en antena o no se publican porque molestan a los dueños del medio o a quienes les pagan.

 

¿Nunca se han preguntado por qué solamente se insulta a unos y a otros no? ¿Somos nosotros acaso más tontos por no ponernos a la altura de ellos enviándoles mensajes de contraataque?

 

Creo que, independientemente de las ideas políticas de don Salvador, tengo que reconocer que su consejo resulta increíblemente útil. Encima que un medio (y todos sabemos de qué “medios” hablo) permite que se insulte a la gente cayendo en la peor de las bajezas, como es la complicidad en destruir impunemente el honor de las personas, no le vamos permitir tontamente que se enriquezca -porque a euro el mensaje, 30 mensajes son 30 euros-, a costa de nuestras ganas de despotricar o de nuestra impotencia o cobardía por no poder decir las cosas a la cara. Los habituados a mandar mensajitos dirán “sí, pero yo me quedo más a gusto diciéndole cuatro cosas”. Y yo pregunto: ¿y no se quedaría usted más a gusto si las dijese a la cara, de frente, o es tan cobarde como para no permitirse ese gustazo? ¿Por qué permite usted que se aprovechen de su ingenuidad o no es consciente de que alguien cobra para que usted dé rienda suelta a sus ganas de mandar mensajitos insultantes?

 

Definitivamente sale más barato decir las cosas a la cara y los efectos de la catarsis que produce son más duraderos y más exquisitos sus recuerdos. ¿O no?

El día después del viernes santo, sábado de resurrección

El día después del viernes santo, sábado de resurrección

Puedo asegurar que no me he muerto, aunque ya quisieran algunos que por lo menos cerrara el pico. Pero sigo aquí porque soy fuerte y porque nunca he creído que haya algo que yo no sea capaz de superar. Hace dos días, el viernes santo, en lo que veíamos la maniobra de salida de santos a la calle para la procesión magna y, con la misma, cuando cayeron unas gotas de agua, la maniobra apresurada de entrada de santos a la iglesia (alabada sea la cordura, habida cuenta del valioso patrimonio que estábamos sacando a la calle), el amigo Ismael me preguntó un par de veces que qué pasaba con mis blogs, que si ya no escribo.

 

En realidad, ampliándole la respuesta a este amigo, diré que tengo varias cosas comenzadas y ninguna acabada. De hecho, hacía tiempo que no pasaba por aquí. Después de que una vez dijo un célebre icodense que “todo dios tiene un blog” y hasta los más criticadores se han hecho con un ejemplar y algunos blogs incluso son verdaderos granos en el culo (véase el de la compañera Dulce, cuya valentía y franqueza admiro) y otros bastante incendiarios y barriobajeros (me ahorraré ejemplos), me he dado cuenta de que, como no sea para dar caña, el fenómeno blog ya no me parece esa gran cosota ni me resulta tan tentador, quiero decir que después de varios años en esto, ya no me siento como niño con juguete nuevo con mis blogs, por más que últimamente he tenido en la mira cientos de temas sobre los que escribir, de lo más jugosos, porque las cosas que han pasado por mis manos recientemente ya las quisieran para sí algunos que yo me sé. Supongo que es una consecuencia de esa personalidad inquieta que algunos me achacan, o como decía mi madre “desinquieta”, que no significa ‘lo contrario de inquieta’ sino ‘más inquieta que inquieta’.

 

Siento que tanta desinquietud tiene que tomarse un respiro de vez en cuando para no volverse insoportable. Como vengo haciendo cada semana santa desde hace varios años -antes de dedicarme a la política también no sea que me critiquen por excesos de nueva rica-, estos últimos días estuve fuera de Icod, para variar. No suelo ser de mucha vacación yo, porque como no sea dosificada, me sale la vena hiperactiva, me aburro y me vuelvo muy insufrible, pero después de todo lo que me ha pasado últimamente: de una separación matrimonial fulminante, del intento descomunal de una vuelta a una normalidad forzada y de una tristeza infinitamente desoladora, cosa que jamás soñé que pudiera ocurrirme a mí, me sentía tan sin fuerzas y sin ganas de nada… Hasta sentía que con toda esta espiral de locura estaba largando a la deriva lo mejor que tengo en este mundo, o sea, a mis queridas niñas, que son en definitiva quienes sufren cuando yo sufro. Así que nos fuimos sólo cinco días para una casita preciosa perdida por esos sures, donde no se oía ni un perro ladrar por las noches. Me pareció que ya está bueno de salir de la isla cuando desconozco algunos maravillosos rincones de ésta donde vivo. Total, que llegué a la conclusión de que se puede estar aislado en esta isla y de que estoy enamorada perdidamente del suelo donde piso.

 

Allí ni había nada que hacer realmente, ni cobertura para el móvil ni internet, así que casi me alejé del mundanal ruido. Y aunque me llevé el ordenador portátil, porque lo hago siempre, no me dio por escribir ni una letra para ustedes ni para mí misma. Eso sí. Me leí Cosmofobia, de mi escritora preferida, Lucía Etxebarría, y me vi Hable con ella, de mi director preferido, Almodóvar, que la tenía por ahí en el disco duro pirateada desde el año de Maricastaña. Me dediqué a hacer lo que me encanta: pensar, cocinar, hacer bisutería, pasear por sitios que conocí hace mucho y observar sus cambios, estar con mis niñas y tomar casi nada de sol, que, por más que el clima de sur sea tentador, me cuesta admitir que soy alérgica y ahora lamento no poder someterme a su agradable caricia.

 

A no ser por una llamada aguafiestas de mi compañera Lourdes que recibí un día acabando de almorzar en Güímar, me pareció que el mundo se había olvidado de mi existencia pero no había sido así. El mundanal ruido seguía en su sitio, como siempre. Cuando volví a Icod el jueves por la mañana lo encontré tan animado: un par de policías regulando el tráfico en el Mercadona de la Avenida Príncipe de España, porque los coches ya ni cabían en el aparcamiento y luego decenas de personas en cola comprando pan y bollería en la panadería de El Calvario, y eso que dicen no sé qué de una crisis. Al llegar a casa, me encontré otro malvado regalito en mi coche, similar al de la mañana que me fui: alguien con una llave había rayado la otra puerta de mi pobre coche que no tiene culpa de nada: ya casi he perdido la cuenta de la tortura, pero dos arañazos en cinco días y cuatro pintados completos en dos años y medio es un currículum tan extenso para un coche tan pequeño… ¡Cuánta maldad nos rodea!

 

Y ayer para desestresarme me fui a ese parque de atracciones que tanto escándalo ha generado y que al final han llegado a la conclusión de que cosas como ésta no son tan malas porque le dan vida al pueblo durante unos pocos días. Después de ver a las niñas pasárselo genial en atracciones a su medida, me dicen de subir a la noria. Dudé un segundo. Pero soy un poco impulsiva y no dije que no. La noria estaba en plena faena y Vax estaba desesperado porque la tarde se nos iba rápidamente, así que decidimos otra atracción que estuviera a punto de iniciar y le dio por el suicidio repentinamente. Así que me subí a la uve, así, sin planteármelo dos veces. ¡Aaaaaaaaah! Jajajaj La risa floja y nerviosa de quien se deja llevar por las circunstancias sin luchar. Vax no quiso acompañarnos a subir a la noria y yo, por más que tenía invitaciones de sobra para repetir, consideré que subirse dos veces en la uve el mismo día es cosa de masoquistas.

 

Bueno. Y ya con las heridas cubiertas y el alma sosegada, creo que estoy lista para empezar otro ciclo, para superar otra espiral.

 

No sé, Ismael, si con esto he contestado un poco a tu pregunta, pero gracias por el interés con que sigues mis blogs.

Descubriendo otros universos

Descubriendo otros universos

En algún rincón de nuestro universo íntimo somos eternamente niños… Gracias, Erik

 

Hoy tengo la suerte de tener en mis manos uno de los 300 ejemplares que Ediciones Alternativas lanzó hace un año del cuento infantil “La Ciudad de las Moscas”. Se trata de una exquisita composición donde se suma el tierno realismo de las ilustraciones con el mundo de los animales visto desde una perspectiva infantil que observa lo que sucede en el entorno de una granja donde los animales son interpretados como presos bajo una gran nube de moscas, que dan lugar al nombre de la granja como “la ciudad de las moscas”

 

“La Ciudad de las Moscas” es la primera historia literaria escrita e ilustrada por Gloria Esther Rodríguez Rodríguez, artista palmera. Aparecen en este pequeño cuento expresiones y palabras de nuestra habla canaria y escenas que me recuerdan a mi propia infancia.

Una hermosa canción

Una hermosa canción

Bendito el lugar y el motivo de estar ahí
bendita la coincidencia.
Bendito el reloj que nos puso puntual
ahí bendita sea tu presencia.
Bendito Dios por encontrarnos en el camino
y de quitarme esta soledad de mi destino.

Bendita la luz,
bendita la luz de tu mirada
bendita la luz,
bendita la luz de tu mirada
desde el alma.

Benditos ojos que me esquivaban,
simulaban desdén que me ignoraba
y de repente sostienes la mirada.
Bendito Dios por encontrarnos
en el camino y de quitarme
esta soledad de mi destino.

Bendita la luz,
bendita la luz de tu mirada
bendita la luz,
bendita la luz de tu mirada, oh.

Gloria divina de esta suerte,
del buen tino,
de encontrarte justo ahí,
en medio del camino.
Gloria al cielo de encontrarte ahora,
llevarte mi soledad
y coincidir en mi destino,
en el mismo destino.
Épale

Bendita la luz,
bendita la luz de tu mirada
bendita la luz,
bendita la luz de tu mirada.

Bendita mirada, oh,
bendita mirada desde el alma.
Tu mirada, oh oh,
bendita, bendita,
bendita mirada,
bendita tu alma y bendita tu luz.
Tu mirada, oh oh.
Oh oh, te digo es tan bendita
tu luz amor.
Y tu mirada oh, oh.
Bendito el reloj y bendito el lugar,
benditos tus besos cerquita del mar.
Y tu mirada, oh, oh.
Amor amor, qué bendita tu mirada,
tu mirada amor.

Erik Cichosz: una exposición virtual

Erik Cichosz: una exposición virtual

Los admiradores de Erik Cichosz estamos de suerte. Mi buen amigo tiene un lugar en la red, un canal en Youtube donde poco a poco ha venido colgando vídeos de sus obras para dárnoslas a conocer virtualmente a través de las nuevas tecnologías. Aunque nunca es la obra de arte tan hermosa como apreciada en vivo y en directo, ésta es, sin embargo, una oportunidad para un primer acercamiento y sobre todo para aquellos que no tienen la suerte de tenerla tan cerca. Les invito a conocer y seguir el canal de Erik, pero sobre todo a que se animen a visitar la muestra de murales tradicionales canarios que hacen irrepetibles las paredes del Parking El Drago, en la Plaza de América.

Gracias, Erik, por ese cariño que has puesto en Icod. Es uno de tantos motivos para que me sienta orgullosa de pertenecer a esta tierra.

Les pongo a continuación una muestra de uno de esos vídeos, que incluye mi cuadro, el del mero volador ("The flying gropper"), puesto "del revés" Guiño. Lo mío son ganas de llevarle la contraria al artista de cuya mano salieron estas suaves tonalidades... ¡cabezota que es una! 

Candelaria y un telón negro

Candelaria y un telón negro

Estoy convencida de que la mejor manera de no olvidar las cosas es escribiéndolas. Últimamente me he dado cuenta de que muchas cosas se me olvidan con facilidad, si no fuera porque apunto todo y voy dejando un rastro de anotaciones por todos lados.

 

Hoy vi a Candelaria. Intentaba aparcar cuando mi coche se aproximó al suyo y frené para que pudiera maniobrar tranquilamente en medio de la calle e introducir su coche en el garaje. La observé cuando se bajó para abrir la puerta del edificio. Está muy delgada, con muy buen tipo, elegante. Su pelo de un rubio muñeca, muy artificial, la piel hiperblanca de la papada le formaba una arruga sostenida sobre el cuello alto de su suéter. Bajé el volumen de la música y les conté a mis niñas una anécdota que recuerdo con mucho cariño, mientras Candelaria se tomaba su tiempo, ajena por completo a mi pensamiento:

 

Cuando yo estaba en 6º de EGB en el Nicolás, Candelaria se sentaba conmigo en la clase de Inglés. Era mi primer año de esa materia y desde el primer momento me dediqué a cosechar sobresalientes. El maestro, don Domingo, nos ponía tarea para hacer en clase y ya estaba al tanto de que Candelaria era asidua copiando de mi cuaderno, por lo que, de vez en cuando, nos echaba un ojito disimuladamente. Por entonces ya yo era un poco más autónoma y comenzaba a dejarme la melena larga, cosa que no se me había permitido de pequeña, porque con una prole tan seguida –tres en cinco años- desenredar un pelo enmarañado como el mío era fuerte lío a la hora de alistarnos para salir, por lo que mi madre optaba por cortármelo cada vez que le estorbaba.

 

Un día hacía yo la tarea de Inglés con toda la largura de mi pelo extendida haciendo de telón a una Candelaria que esperaba impaciente para ver la escena de mi ejercicio terminado y deleitarse “cogiendo recortes” del mismo. Ni corta ni perezosa, Candelaria se aventuró a servirse ella misma y abrió con sus blancos deditos mi melena por la mitad, metió el hociquillo y empezó a copiar. Don Domingo que la traba, dice en voz alta “Candelaria, parece mentira, siempre estás abriendo la cortina”.

 

Es curioso. Cada vez que me encuentro a don Domingo o a Candelaria, me viene a la memoria esta sencilla anécdota, por mucho que pasen los años. Me pregunto por qué razón permanecerá ahí, después de casi treinta años, si estoy segura de que ninguno de ellos me recuerda ya.